Hacia una biografía de LUIS JUEZ

Nació el 13 de Setiembre de 1963.

Textos extraídos de “La balada de la ética y el poder”

El portazo que abrió las esperanzas

El 10 de octubre de 2002 cayó miércoles. Fue un miércoles de amargura para Luis Juez. Ese día, por la mañana, fue apartado por el gobernador José Manuel de la Sota de su cargo de Fiscal Anticorrupción. A esa altura del miércoles, y del nuevo siglo, también cayó de maduro un secreto a voces. Todo el mundo sabía que el hasta entonces Fiscal se había convertido en un especie de ciruja, cartonero o reciclador del poder, hurgaba en la basura del Gobierno para separar lo orgánico de lo inorgánico, lo podrido de lo que podría ser útil para la sociedad.
Sus investigaciones, sobre graves y profundas irregularidades en la administración provincial, salpicaban grueso y feo a los hombres gordos del gobernador. Y a nadie le sonó extraño aquella conversación definitoria…
–¡Pará con las investigaciones! –le recomendó el mandatario provincial un tanto desquiciado. ¡Estamos en plena campaña y vos llenando de bosta a nuestros propios compañeros! Por qué no le aflojás un poco al papel de justiciero; de lo contrario te vas a la mierda ya mismo.
Juez no esperó el lento devenir y acomodamiento de los hechos. Fue determinante.
–¡Agarrá tus cosas en este instante, Gustavo! –gritó el Fiscal a su asistente. Nos mandamos a mudar ya mismo. No podemos estar un minuto más en esta cueva de mafiosos.
… Luis Juez pegaba así otro portazo a la corrupción y a sus años de obediencia al delasotismo. Fue un gran impacto, aunque debemos reconocer –como lo atestiguan los propios medios escritos de aquella fecha– que no se trataba del primer estruendo. Con esto de las aberturas, Luis ya había tomado envión renunciando años atrás a su cargo de diputado provincial, avergonzado ante el aumento de las dietas para todos los legisladores. El bombazo de la salida de la Fiscalía dibujó en la calle el impacto más nítido de verdad que se haya estampado en las últimas décadas en Córdoba. ¿Quién lo duda? No sólo porque un día de octubre del año siguiente la voladura hizo madurar la amargura en alegría: el ex fiscal ganaba el reconocimiento y el honor de ser el Intendente de la Ciudad; sino también porque las puertas de la administración provincial que Juez sacudió aquella vez, quizá todavía permanezcan agitadas por el ir y venir de un vaivén de la injusticia a la desvergüenza.

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Aunque el nacimiento de su hija más pequeña, Milagros, “me volvió un tipo más, cómo te digo… justiciero”, Luis Juez siempre miró con pasión la cuestión de la Justicia. Desde el ‘82 comenzó a estudiar Abogacía, carrera que realizó en poco más de tres años y medio. Daniel, en tanto, eligió Ingeniería. Soplaba fuerte un viento democrático en esos años, las elecciones ya estaban anunciadas y el clima en las universidades se calentaba de rebeldía y contagiosa participación juvenil. La política había ganado las calles, aunque entre marchas y bullicio militante, los militares no dejaban de acometer zarpazos represivos. Sin dudas, eran los últimos manotazos.

Raúl Alfonsín se levantaba como un líder indiscutido de los jóvenes y de las mayorías ciudadanas. Encendidos actos cívicos lo proclamaban como el futuro presidente del país. A Luis Juez no le quedaba un solo rastro de aquel cadete liceísta. Usaba el pelo largo, a veces barba, y la pulcritud de los años pasados desaparecía tras la imagen de un joven desalineado, informal y enemigo de las convenciones. Pero el entusiasmo desbordante del Radicalismo no pudo contarlo en las filas rojiblancas. Juez desde los 17, se había incorporado a las huestes de la Juventud Peronista. Por aquellos días, los cafés del centro de la ciudad y otros reductos nocturnos se caldeaban con mítines salvajes y espontáneos. El desierto humano de los dictadores se había colmado de miles de discutidores. De una legión de polemizantes, de revolucionarios, de pibes historicistas, reformadores, auténticos, paracaidistas políticos, nuevos pensadores, de “filósofos de la empanada”… Cientos de tendencias y decenas de partidos confrontaban ideas en las mesas más diversas de cuanto bar se abría. Los departamentos de estudiantes eran polvorines de ganas de militar en la vida cívica del país.

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Las peñas del comedor universitario también eran una alternativa a la hora de divertirse. Luis Juez no era afecto al baile, más bien amaba desparramar su destreza física en otros escenarios. Por ejemplo en las canchas de fútbol. Aunque nada hacía y hace garantizar su lucimiento. Militaba en la facultad y militaba en el barrio. Sus dotes para el liderazgo lo mostraban lentamente como un conocido dirigente de la Seccional 11, su barrio natal. La unidad básica de la vuelta bramaba con los preparativos electorales de 1983. Octubre hervía de fervor popular, y las caras de De la Sota, Schiaretti y otros muchachos del peronismo se hicieron familiares en el local del Pasaje Haedo.

Italo Lúder, candidato del peronismo fue derrotado por la Lista 3 de la Unión Cívica Radical, con Raúl Alfonsín como presidente. Eduardo César Angeloz venció como gobernador, y Ramón Bautista Mestre se impuso como el intendente en el retorno de la democracia. Luis seguía en la JP y, ya como abogado, en el año 87 fue designado presidente de la Juventud Peronista. A los meses se instaló con cuatro amigos colegas en su primer estudio profesional en la calle Fructuoso Rivera.

El 17 de agosto de 1994, Luis Juez asumió el cargo de Diputado Provincial por la Unión de Fuerzas Sociales, conducidas por De la Sota. La asunción se produjo ante el abandono a su banca del legislador Llamoza, y ejerció ese mandato hasta el 24 de noviembre de 1995. En las elecciones de ese año, Luis Juez resultó electo para diputado e inició un nuevo mandato el 24 de noviembre. Pero el 18 de diciembre de 1996, renunció a su banca y se manifestó contundentemente en el recinto –y en la calle-, en contra del aumento en las dietas por el que votaron todos los bloques. Luis Juez iniciaba así un camino sin retorno en el escenario político cordobés.

A partir de aquel portazo al cargo, a los privilegios, a la dieta, se dedicó a su estudio sin descuidar la militancia política. En el año 1999 fue convocado para desempeñar el cargo de Director en el área de Vialidad. A sólo un año de esa designación, De la Sota le propone el cargo de Fiscal Anticorrupción de la Provincia de Córdoba. Luego la historia es conocida. El gobernador De la Sota lo hecha al producirse denuncias desde la fiscalía que comprometían seriamente a los hombres de su entorno.

No vine a la política para hacerme rico, creo por el contrario que la política es una herramienta para mejorarle la vida a la gente.

Luis Juez